Todos en nuestra vida pasamos, al menos, por una "Noche Oscura"; es parte del camino de la fe y del proceso de madurez que nos permite identificarnos con la Cruz de Cristo y entender el misterio del amor.
Este término de "Noche Oscura" es una de las más grandes genialidades de San Juan de la Cruz, al punto que parecer ser su principal carta de presentación. San Juan Pablo II, llegó a afirmar que "el doctor místico llama hoy la atención de muchos creyentes y no creyentes por la descripción que hace de la noche oscura como experiencia típicamente humana y cristiana" (Juan Pablo II).
¿Pero de dónde le viene esta genialidad a San Juan de la Cruz? ¿Qué hizo posible que este fraile haya podido comprender, con tanta profundidad la naturaleza humana y el sentido del dolor? ¿De dónde le viene tanta sabiduría a este hombre de Dios?
En un primer momento, por supuesto, está la gracia de Dios y su capacidad intelectual; sin embargo, la principal fuente de su sabiduría es su propia vida. Esas experiencias de dolor y sufrimiento que tejen su historia y que han modelado su corazón. San Juan de la Cruz no es un teórico de la vida espiritual, ¡mucho menos de la noche! Todo lo que escribe lo ha vivido y lo ha experimentado en carne propia. De ahí viene su grandeza y su profunda sensibilidad.
Partiendo de este dato tan importante, quisiera que, de manera muy breve, hagamos un recorrido por los acontecimientos que debió afrontar este gran santo y que convirtieron su vida en una obra maestra del plan de Dios, tejida a través de la Noche.
La noche del abandono, la familia.
El primer dato que salta a la luz, y que es fundamental para comprender la experiencia de Noche de nuestro santo, es su realidad familiar. Tres puntos que debemos resaltar:
Sus padres, Gonzalo y Catalina, se casan en contra de la voluntad de la familia de Gonzalo. Ellos no veían bien, ni aprobaron la unión de su hijo con una mujer pobre de un estrato social inferior. Ante esta situación, los familiares de Gonzalo lo desheredan y apartan de la familia por completo al casarse con Catalina.
El desprecio de la familia del padre, hace que vivan en la pobreza como humildes tejedores. La pobreza y las dificultades se agudizaron aún más al morir Gonzalo, siendo Juan apenas un niño. Catalina, con la muerte de su esposo, busca el auxilio de la familia de Gonzalo, sin embargo, no obtiene más que desprecio. Y una ayuda que parece más humillación.
La pobreza se agudiza, y la familia, ahora con Catalina haciéndose cargo, debe migrar en busca de mejores oportunidades de vida. En este contexto muere también Luis, no podemos saber si de alguna enfermedad o por desnutrición ante la situación de pobreza extrema que vivía la familia.
San Juan de la Cruz, conoció el sufrimiento desde pequeño. Si hiciéramos un análisis psicológico o social sobre su infancia, lo cual no es nuestro objetivo, podríamos encontrar situaciones muy alarmantes y generadoras de traumas y heridas difíciles de superar.
Nuestro santo conoció desde muy pequeño la muerte y sus consecuencias. La pérdida de la figura paterna a tan corta edad, implica una situación seria en la familia y, muy probablemente también afectará el desarrollo de nuestro santo. Por si fuera poco, debe afrontar, siendo aún un niño, la muerte de su hermano. Habrá visto llorar a su madre muchas veces. El dolor no es una realidad ajena a la vida de este niño, que crece con la ausencia de una figura paterna.
Por si fuera poco, también conoce la realidad del desprecio. El desprecio de su familia paterna, quien no quiso auxiliar ni acompañar a su madre y a su familia en los momentos más difíciles de su infancia. Su madre debe asumir la soledad y el abandono; y con valentía trabajar por sostener a su familia, como una viuda tenaz que no se rinde ante las más crueles circunstancias de la época (hambruna, desprecio, machismo).
Todo esto enmarcado en una realidad de pobreza extrema, que afecta la vida de la familia. Algunos biógrafos dirán que la estatura y la estructura ósea del santo, es la propia de una persona que ha sufrido desnutrición en sus primeros años de vida. Es una pobreza real, una pobreza que deshumaniza y mata.
Esta misma pobreza los hace también vivir la migración. Catalina debe emprender el viaje, cargando con sus hijos, en busca de mejores oportunidades. Una imagen triste que se nos ha hecho familiar en nuestro contexto social. Sabemos todo lo que implica la migración. El desarraigo, la inestabilidad y las inseguridades que se viven al dejar la propia tierra. Todo esto está marcado en la historia de san Juan de la Cruz, quien forma parte de una familia desplazada por la pobreza y el abandono.
Humanamente hablando, las condiciones son las propicias para tener una vida frustrada, herida y condicionada por el sufrimiento: muerte, abandono, pobreza, migración... y muchas otras realidades que sólo podemos imaginar de lejos en este contexto. Esta es la vida de nuestro santo. Este es la noche que comienza a tejerse en el corazón de este niño.
La enfermedad, noche del dolor humano.
San Juan de la cruz, también conoció de primera mano la dinámica del dolor humano ante la enfermedad. Al llegar a Medina del Campo, el santo además de poder ingresar al Colegio de los Doctrinos para realizar sus estudios, servía también en el Hospital de las Bubas. No hay claridad sobre su servicio en dicho hospital. Algunos afirman que hacía de "mandadero" atendiendo diversas tareas, otros afirman que también asistía a los enfermos como enfermero.
Lo que sí está claro es que, trabajando en este hospital que atendía enfermedades venéreas, san Juan de la Cruz conoció el dolor de la enfermedad y sus consecuencias en la vida de las personas. Teniendo en cuenta las condiciones de la época, es muy probable que habrá visto sufrir y morir a muchas personas.
La muerte no le era ajena a nuestro santo. Su padre y su hermano ya habían muerto. Ahora la situación de enfermedad también entra en la larga lista de manifestaciones de dolor, que estarán presentes en la vida del santo. Pudo ver con sus propios ojos el sufrimiento humano y la frustración que se experimenta al estar postrado en una cama.
Todo esto supo guardarlo y atesorarlo en su corazón contemplativo; que muy probablemente era como el de María, que sabía guardar todas las cosas meditándolas en su corazón.
A pesar de este contexto, que sigue marcado por la pobreza, la sencillez y el trabajo, es una etapa interesante de su vida. Puede estudiar, puede servir como monaguillo. Parece que la vida comienza a darle un respiro. Opta por vivir como religioso en la Orden del Carmen, por su profundo amor a la Virgen María.
La crisis del discernimiento, noche vocacional.
Después de haber cursado humanidades con los jesuitas, Juan decide ingresar, a los veintiún años, con los Carmelitas de Medina del Campo. Ahí realiza sus estudios universitarios en Salamanca, es nombrado prefecto de estudios y es reconocido como un fraile ejemplar.
Todo parece ir encaminado en su vocación, sin embargo, en lo más profundo del corazón de este joven, se comienza a despertar una nueva experiencia de noche: en lo profundo de su corazón hay algo que le hace soñar más. Más silencio, más recogimiento, más radicalidad. Y por esto se decide a abandonar la Orden e irse a la cartuja.
Quienes hemos tenido la experiencia de hacer un proceso de transición vocacional para dejar un carisma y asumir otro, sabemos que de fondo siempre hay una experiencia de Noche. Una noche que implica interpelación profunda del llamado vocacional y de las motivaciones. Ante la inquietud del llamado de Dios siempre surge la duda. Muchas preguntas se tejen en el corazón. Inicia un discernimiento en donde se mezclan los deseos del corazón, la llamada de Dios y los miedos humanos. Comienzan a surgir preguntas, como: "¿será una ilusión?", "¿realmente es lo que Dios quiere?", "¿me lo habré inventado?"...
San Juan de la Cruz, siente el llamado a una vida más coherente, a un estilo contemplativo más intenso. Es justo en medio de esta noche, cuando ya había decido irse a la cartuja, que se encuentro con Santa Teresa y su vida da un giro radical. Ella le cautiva, y le atrapa para su nuevo proyecto: un carmelo reformado, más contemplativo, más pobre, más evangélico... más parecido a lo que Juan soñaba.
Esta experiencia también implica una ruptura, un tránsito a algo incierto. San Juan de la Cruz hace experiencia de Noche al abandonarse completamente en Dios, al acoger un proyecto del que no sabe nada. No tiene la idea de cómo será, ni en qué terminará aquello. Pero, en medio de la oscuridad de "la nada" del proyecto fundador, se deja en las manos de Dios y se aventura en este proyecto fundador. Usando sus palabras... se aventura en la experiencia fundacional teresiana: "sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía".
Privación de la libertad, la Noche de la fe.
San Juan de la Cruz dice que, la intensidad de la purificación en la Noche Oscura, depende de la imperfección que la persona debe purgar y del "grado de amor de unión a que Dios la quiere levantar" (cf. 1N 14, 5). Dios tenía planeado, desde el principio, levantar muy alto a nuestro santo. Y lo que hasta ahora había vivido, era solo disposición para lo que estaba por venir.
Con Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, el proceso de fundación y renovación de la Orden avanza con mucho éxito. Aquel pequeño grupo de tres frailes, que el 28 de noviembre de 1568 habían comenzado ese proyecto fundacional en Duruelo, se ha expandido y ha crecido como toda la reforma teresiana.
San Juan de la Cruz se encuentra en Ávila, en dónde ha sido llamado por santa Teresa como confesor y vicario del monasterio. En este momento el proceso fundacional teresiano, ya había comenzado a ser incómodo para algunas personas que se sentían amenazadas por este nuevo estilo de vida, pobre, sencillo y coherente (como suele pasar siempre). Algunas personas mal intencionadas comienzan a perseguir a Teresa y su reforma, e intentan detener su obra de todas las formas posibles.
San Juan de la Cruz es el rostro de la reforma en su rama masculina y los frailes calzados deciden "deshacerse" de él. El 2 de diciembre por la noche entran al convento para apresarlo y llevarle a la cárcel de Toledo, en donde pasará privado de su libertad por nueve meses, en condiciones infrahumanas.
Es aquí donde se forja la experiencia de la Noche más profunda. Es como si las experiencias anteriores fueran los pedazos de un mosaico, que comienzan a unirse para dar forma y sentido a la obra; y, una vez integrados en la gran obra, se meten al horno para ser acrisolados y unificados. La cárcel es el horno que completa y madura la obra. Son las últimas puntadas que tejen esta obra de Dios en el santo.
Aquí, en la cárcel, es donde Juan de la Cruz comprende el significado verdadero de la muerte, del abandono y de la injusticia. Realidades que habían estado presentes desde su niñez, pero que ahora se materializan para él en una celda oscura.
Sabemos el nivel de mansedumbre con el que san Juan de la Cruz pudo vivir esta experiencia. Pero también sabemos lo inhumana y cruel que fue dicha experiencia. Perder la libertad ya es de por sí algo que pone en crisis, a eso hay que agregar la oscuridad de la celda, la mala comida, los abusos físicos, espirituales y psicológicos que también experimentó el santo.
San Juan de la Cruz, al igual que Jesús, fue contado entre los pecadores y fue tratado como uno de tantos. Capturado en la noche, azotado, burlado y despreciado por aquellos que eran sus hermanos de la orden. Aquellos con los que probablemente había compartido y conocido en otros ambientes, ahora le miraban con desprecio y odio. Le hacen sentir olvidado y sin valor.
Sus superiores intentan hacerle creer que la reforma teresiana ha terminado y le quieren obligar a abandonarlo todo, en un tipo de tortura psicológica que busca quebrar su voluntad y romper su confianza en el Dios que le había llamado a vivir en fidelidad a su vocación. El sufrimiento es realmente intenso, san Juan de la Cruz, lo recordará después al explicar la Noche a sus lectores:
No se puede encarecer lo que el alma padece en este tiempo, es a saber, muy poco menos que en el purgatorio. Y no sabría yo ahora dar a entender esta esquivez cuánta sea ni hasta dónde llega lo que en ella se pasa y siente, sino con lo que a este propósito dice Jeremías (Lm. 3, 19) con estas palabras: Yo varón que veo mi pobreza en la vara de su indignación; hame amenazado y trájome a las tinieblas y no a la luz: tanto ha vuelto y convertido su mano contra mí. Hizo envejecer mi piel y mi carne y desmenuzó mis huesos; cercóme en rededor, y rodeóme de hiel y trabajo; en tenebrosidades me colocó como muertos sempiternos; edificó en derredor de mí, y porque no salga; agravóme las prisiones; y, demás de esto, cuando hubiere dado voces y rogado, ha excluido mi oración; cerróme mis caminos con piedras cuadradas, y trastornó mis pisadas y mis sendas. (LlB 1,21)
Esta es la noche profunda de la fe. Solo quienes la han experimentado la sabrán explicar y aún así, sus palabras se quedarán cortas... el mismo santo lo reconoce. No hay palabras que puedan expresar este dolor, Jesús ante su inminente muerte simplemente dice: "¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?" (Mt 27,46)
La persecución de los suyos, camino de noche.
San Juan de la Cruz, después de su liberación, logra reincorporarse a sus tareas y sigue con su vida de carmelita descalzo. Asume varios compromisos y vive como un pilar de la reforma por varios años. Sin embargo, en su misma familia religiosa, la que él fundó junto a Santa Teresa, comenzará a experimentar la persecución.
Muerta Teresa de Jesús, algunos frailes se "adueñan" de la orden, queriendo imponer un estilo que no era el teresiano. San Juan de la Cruz, coherente al estilo teresiano cae en desgracia nuevamente y será un estorbo para quienes tienen planes diferentes.
Es por esto que inicia una nueva persecución. El P. Doria intentará enviarlo a México a las misiones, para deshacerse de él en España, sin embargo no se logra dar el viaje, y es relegado a un convento de Andalucía.
Al mes de haber llegado enfermo, y según sus biógrafos, el mismo santo escoge ser enviado a Úbeda, donde residiría sus últimos días. La razón por la que escogió este convento es, porque había allí un prior que le haría la vida imposible. En esta etapa de la vida, San Juan de la Cruz ya sabe lo que significa la Noche y el bien que le hace al alma, tener un superior que lo trate mal, es para él una última oportunidad para seguir abrazando la Cruz de Cristo. Así muere, abrazando la Noche y abrazado por la Noche.
Y tú... ¿ya abrazaste tu Noche?
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