Hoy celebramos en la Iglesia Católica el domingo mundial de las misiones, Domund, fundado por el Papa Pío XI en febrero de 1926: “La Iglesia no tiene otra razón de ser, sino la de hacer partícipes a todos los hombres de la redención salvadora”.
Todos los escenarios en que se mueve el hombre requieren ser permeados de dicha redención, y nosotros como católicos por el bautismo, somos llamados a tomar parte del anuncio de la Buena Noticia, si bien es cierto que, cada uno tiene su estado de vida, éste no le impide responder al llamado, al contrario, nos implica cada vez más. Este año el tema propuesto por el Papa Francisco es: “Vayan e inviten a todos al banquete”; te invitamos hoy a reflexionar sobre la manera en qué podemos responder a la vocación de misioneros, independientemente de nuestra opción de vida y para ello es necesario ubicarnos conscientemente, en los diferentes escenarios donde transita nuestra vida, desde lo particular a lo general y así participar y convocar a todos al banquete.
Nuestros escenarios de vida
La vida interior: Escenario donde comienza la misión a través de la oración, el encuentro personal con Cristo. Santa Teresa de Jesús es modelo de este principio por su experiencia: “El bien que tiene quien se ejercita en oración, hay muchos santos y buenos que lo han escrito, digo oración mental, que no es otra cosa a mi parecer sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama. Y si vos aún no le amáis, porque, para ser verdadero el amor y que dure la amistad, hanse de encontrar las condiciones (la del Señor ya se sabe que no puede tener falta, la nuestra es ser viciosa, sensual, ingrata), no podéis acabar con vos de amarle tanto, porque no es de vuestra condición; más viendo lo mucho que os va en tener su amistad y lo mucho que os ama, pasáis por esta pena de estar mucho con quien es tan diferente de vos. (Vida 8,5).
Ser amigos de Dios es el comienzo de un misionero. La amistad con Dios según Teresa se cultiva por la oración constante, los amigos íntimos conocen sus anhelos. Mediante la comunión con Cristo, ella pudo escuchar su llamado, que era el sueño de Dios y descubrir la gran necesidad de las almas de vivir en silencio e intimidad, así Teresa emprendió la fundación de los monasterios, cuyo objetivo era propiciar este estilo de vida interior:
Llegada un alma aquí, no es sólo deseos los que tiene por Dios; Su Majestad le da fuerzas para ponerlos por obra. No se le pone cosa delante, en que piense le sirve, a que no se abalance; y no hace nada, porque como digo, ve claro que no es todo nada, sino contentar a Dios. (Vida 21, 5). La oración según Teresa genera en el alma el deseo por agradar a Dios y una entera disposición:
Señor no queráis que vaya delante de Vos tan vacías las manos, pues conforme a las obras se ha de dar premio. Aquí está mi vida, aquí está mi honra y mi voluntad; todo os lo he dado, vuestra soy, disponed de mí conforme a la vuestra. (Vida 21,5).
¿Qué tan amigo de Dios te consideras hoy?
La familia: Escenario donde se refleja la vida interior con el testimonio y práctica de la virtud, en la relación y convivencia. La familia es la primera sociedad, la Iglesia doméstica, lugar donde nos formamos desde el inicio de nuestra vida, escenario donde aprendemos a convivir y a relacionarnos. Aquí comienza su misión Jesús, encarnándose en una familia: El Papa Francisco dice que “Dios eligió a una familia humilde y sencilla para venir entre nosotros. La familia es la historia de la que provenimos. Aprendemos a ser familia cada día. En el Evangelio vemos que incluso en la Sagrada Familia no todo va bien: hay problemas inesperados, angustia, sufrimiento. No existe la Sagrada Familia de las estampitas. María y José pierden a Jesús y lo buscan angustiados, luego lo encuentran después de tres días. Y cuando, sentado entre los maestros del Templo, responde que debe atender los asuntos de su Padre, no lo entienden. Necesitan tiempo para aprender a conocer a su hijo. Así es también para nosotros: cada día, en la familia, hay que aprender a escucharnos y comprendernos, a caminar juntos, a afrontar los conflictos y las dificultades. Es el reto diario, y se gana con la actitud adecuada, con pequeñas atenciones, con gestos sencillos, cuidando los detalles de nuestras relaciones. Y también esto, nos ayuda mucho hablar en familia, hablar en la mesa, el diálogo entre padres e hijos, el diálogo entre hermanos, nos ayuda a vivir esta raíz familiar que viene de los abuelos, el diálogo con los abuelos”. (Francisco, 2021).
Familia es el escenario donde nos formamos y ejercemos primeramente la misión de construir relación con el prójimo, esto es posible gracias a nuestra relación con Cristo y nuestra misión en la familia se concretiza en la comunicación, la acogida constante, el servicio y creciendo en el perdón.
¿Cómo vives hoy tu misión en la familia?
La Iglesia, a través de la comunión eclesial. La Iglesia nos presenta a Cristo, ella es el medio por el cual recibimos los sacramentos y nos acompaña en todas las etapas de nuestra vida, ella nos forma en la espiritualidad y Palabra de Dios, es decir que es el escenario donde escuchamos la Buena Noticia de la redención salvadora, lugar donde experimentamos el encuentro personal y transformador de Cristo. En la Iglesia somos llamados y enviados a replicar el Evangelio a todas las personas en todo tiempo y lugar, en comunión con todos los hermanos: “Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos, para expulsarlos y para sanar toda clase de enfermedades y dolencias” (Mt 10,1).
Llamados en comunidad, con un mismo sentir y enviados a aliviar toda dolencia humana, primero hemos sido tocados y sanados interiormente por el amor que da plenitud y luego enviados a entregar ese amor recibido. Los discípulos en comunidad han recibido dones y carismas para la misión, precisamente en la Iglesia es donde se manifiestan y se materializan todo tipo de carismas, Teresita en su gran amor a Jesús experimentó un deseo de servicio en todas las vocaciones:
Ser tu esposa, Jesús, ser carmelita, ser por mi unión contigo madre de almas, debería bastarme… Pero no es así… Ciertamente, estos tres privilegios son la esencia de mi vocación: carmelita, esposa y madre. Sin embargo, siento en mi interior otras vocaciones: siento la vocación de guerrero, de sacerdote, de apóstol, de doctor, de mártir. (Historia de un alma, Manuscrito B).
Su sentimiento es fruto de la oración que la unía profundamente a la misión eclesial, sin embargo, cada uno es llamado a una vocación particular, que, si bien se desarrolla de manera diferente, comparte el mismo sentir eclesial, tocar almas y esta es la comunión:
El amor me dio la clave de mi vocación. Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo, compuesto de diferentes miembros, no podía faltarle el más necesario, el más noble de todos ellos. Comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que ese corazón estaba ardiendo de amor. Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a los miembros de la Iglesia; que si el amor llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre. Comprendí que el amor encerraba en sí todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que el amor abarcaba todos los tiempos y lugares. (Historia de un alma, Manuscrito B).
Si prestas un servicio en tu parroquia, comunidad religiosa, seglar, etc. ¿Te mueve realmente el amor para hacerlo?
La sociedad: Escenario donde se prolonga la misión a través de los valores y la construcción de la fraternidad en medio de la diferencia. Dice el Papa Francisco que el anuncio es para “todos, sin excluir a nadie". Además, todos los escenarios donde nos movemos requieren la presencia de Cristo, la sociedad es el lugar de trabajo, de estudio, los amigos, las calles, el mercado, la diversión, el transporte público, todo espacio donde convivimos. No siempre se trata de procurar un discurso, sobre todo, es testimoniar con la actitud, el servicio, la fraternidad, quizá la vivencia de valores como la tolerancia, la práctica de la solidaridad:
“Los discípulos misioneros de Cristo siempre llevan en su corazón la preocupación por todas las personas de cualquier condición social o incluso moral” (Francisco, 2024). Este día es la oportunidad para preguntarnos si en nuestro corazón ¿existe preocupación, indiferencia o juicio hacia las personas que conviven en la sociedad donde nos movemos?
“El Evangelio de Cristo es la voz dulce y fuerte que llama a los hombres a encontrarse, a reconocerse hermanos y a gozar de la armonía en medio de las diferencias”. (Francisco, 2024).
¿De qué manera haces posible hoy la armonía en tu entorno?
Como acabamos de reflexionar, todos somos convocados a ser misioneros, empezando por nuestra vida interior y reflejando nuestra relación con Cristo en la familia, en comunión con la Iglesia que somos todos y proyectando en nuestros entornos la fraternidad y el servicio, para con nuestra actitud y pequeños actos sanar toda dolencia humana: “Vayan e inviten a todos al banquete” (Mt 22,9. Francisco, 2024).
Oramos de manera especial en este día por todos los misioneros, para que movidos por el amor fruto de la oración, sigan determinados a entregarlo todo por el anuncio del Evangelio, en palabras y obras:
Oración del DOMUND 2024
Señor, ¿a quiénes nos falta por invitar a tu fiesta?
Guía nuestros pasos hacia ellos
e "inspíranos el gesto
y la palabra oportuna",
para que puedan descubrirte
a través de nuestra cercanía,
nuestra ternura, nuestra compasión
y nuestro anuncio de esperanza.
Te pedimos de un modo especial
por todos los misioneros y misioneras
que te anuncian entre los más pobres.
Haz que juntos, ellos y nosotros,
apoyados en la oración, pegados a Ti,
llevemos incansablemente al mundo
tu invitación al Banquete de la fraternidad,
al que nos congrega cada domingo
y al que no tendrá fin, en el cielo.
Santa María de la fiesta de bodas,
ruega por nosotros. Amén.
Referencias
Francisco. (2024). Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones.
Francisco. (2021). Ángelus Fiesta de la Sagrada Familia.
Teresa de Jesús. (2009). Libro de la Vida. Edición preparada por Tomás Álvarez. Carmelitas Descalzos Ecuador.
Teresa de Lisieux. Obras Completas. Quinta edición. Ed. Monte Carmelo
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