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Santa Isabel de la Trinidad: Maestra Espiritual de Laicos

Acompañante y Guía de Vida Interior

Santa Isabel es una santa cercana, fue una joven con una vida normal y corriente, que compartió en familia alegrías y tristezas, tuvo una adolescencia muy activa con sus amigas, asistía a bailes, paseos y fiestas a las que era invitada y paralelamente atendía su apostolado con gran gusto y dedicación.


La relación de santa Isabel de la Trinidad con su hermana Margarita, Guita, (como le decía

cariñosamente) es una senda preciosa que ilumina los caminos de muchos caminantes que seguimos con entusiasmo a nuestro amado Jesús.


Isabel era dos años mayor que Guita. Su carácter era fuerte y Guita era suave y dulce. Isabel era reflexiva, cariñosa, muy responsable y fue un modelo de virtud para su hermana. Siempre estuvo pendiente de ella. La sensibilidad musical de ambas las unía profundamente. Las dos llegaron a ser pianistas consumadas y galardonadas con el primer premio en el conservatorio de Dijon. Nunca hubo rivalidad entre ellas; mas bien, Isabel hacía cuanto podía para que Guita sobresaliera en las presentaciones musicales. La música fue para ambas una forma de vivir, un idioma que Dios entiende y que sirve para comunicarse con Él.


Isabel y Guita nos ofrecen en el plano espiritual, una auténtica pieza de piano a cuatro manos. En ellas se armoniza la contemplación y la acción, en la que claustro y mundo se unen en un proyecto común de santidad. Isabel lo expresa en una carta que escribió a su hermana un día antes de su boda: “verás como las dos somos beatificadas, cada una en el camino al que el Maestro nos llama y en el que nos quiere” C123


Durante el tiempo de espera para entrar al Carmelo, en todas sus actividades ya fueran religiosas, paseos o bailes llamaba la atención su compostura, su amor, profundidad y recogimiento. Isabel al interiorizar cada día más su oración contemplativa, nos muestra cómo podemos vivir en el mundo en constante relación con Dios. Entre los ruidos y diversiones del mundo es posible mantener la concentración interior que permite la unión con Dios. “Te ofrezco la celda de mi corazón, que sea tu pequeña Betania, ven a reposar aquí.” NI5 “Que viva en el mundo sin ser del mundo. Puedo ser carmelita por dentro y quiero serlo. Vivir ese Carmelo interior en el mundo, pasar santamente haciendo un poco de bien…” “Incluso en medio del mundo se le puede escuchar en el silencio de un corazón que solo quiere ser de Él”. Reitera un deseo expresado varias veces, “que mi vida sea una oración continua, un prolongado acto de amor, que nada me pueda distraer de ti, ni los ruidos, ni los pasatiempos…” D136 y 156. NI6. Todo esto lo escribía en aquel interminable tiempo en el que vivía en el mundo esperando el día de entrar al Carmelo. Es verdaderamente una luz y una guía para nosotros laicos que queremos vivir en profundidad nuestra vocación y entrega al Señor.


Isabel entró al Carmelo el 2 de agosto de 1901 y siguió ejerciendo un magisterio espiritual con Guita. Quería contagiar a su hermana su propio deseo de santidad. Quería elevar al plano espiritual todos los afectos de la vida de su hermana, su amor esponsal y su amor maternal. Unión, intimidad, fidelidad, abnegación absoluta, olvido de si, son cualidades que Isabel dice de la esposa mística que también pueden referirse a la esposa real.


Se alegra mucho con el nacimiento de sus sobrinas y dice: “Me siento llena de respeto ante este pequeño templo de la Santísima Trinidad” C197. Invita a Guita a que capte en la profundidad de su amor maternal la grandeza de la filiación divina, porque pertenecemos a la Casa de Dios. Y esta Casa del Padre, es el centro de nuestra alma, según San Juan de las Cruz. Exhorta a su hermana a que viva la maternidad desde ese centro. Que tenga momentos de soledad para que el Espíritu Santo la transforme en Dios. Que ofrezca al Maestro a lo largo del día los sacrificios, que seguramente son muchos con las exigencias y el cuidado de los hijos. Le dice que todas las actividades cotidianas pueden ser vividas gozosamente desde el centro del alma, en el seno del Amor infinito para poder llegar a decir con San Juan de la Cruz,“que ya solo en amar es mi ejercicio”.


Isabel nos invita a la interioridad, a penetrar en el centro del alma. A encontrarnos con la inmensidad del Todo allí en la profundidad del alma donde conoceremos su grandeza y nuestra pequeñez. Acogemos el silencio, la soledad y nos desapegamos de todo lo que no es Dios. Nos hace un llamado a la santidad. Dice, “cualquiera que sea nuestro género de vida o el vestido que nos cubra, cada uno de nosotros debe ser el santo de Dios”. La santidad es un designio divino como se lee en Ef 1,4: “nos ha elegido en Él antes de la fundación del mundo para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor”. “El más santo es el que más ama, el que más orienta su mirada hacia Dios a fin de que Él, como el sol en el cristal pueda reflejar en nosotros su propia imagen” CT. Para avanzar en el camino del amor, dice Isabel, “es necesario que nuestra voluntad se una completamente a la voluntad divina. Es necesario que quememos en el fuego del sol divino los últimos residuos de nuestro caprichos, de la búsqueda de nosotros mismos….” CT


En los dos últimos años de su vida define su vocación como Laudem Gloriae. Este nombre lo extrae de la carta a los Efesios 1, 12: “A fin de que cuantos esperamos en Cristo seamos alabanza de su gloria” Dice Isabel: “Una alabanza de gloria es un alma que permanece en Dios a quien ama con un amor puro y desinteresado, por encima de las dulzuras y de los dones que de Él recibe, un alma que se entrega plena y perdidamente a su voluntad, un alma que permite al Ser divino saciar en ella su necesidad de comunicarse…”CT


En Isabel estuvieron presentes todos los valores humanos que la gracia necesita para que su vocación se realizara en plenitud. Y se constituyó para Guita, en una verdadera maestra espiritual. Una maestra, que quería mostrar un modo de vivir en el mundo; un modo de vivir que ella misma vivió. Por lo que Isabel no nos habla desde la suposición, sino desde su experiencia de vida. Y desde el cielo también lo está haciendo: “Me parece que mi misión en el cielo consistirá en atraer las almas al recogimiento interior” C295.


Y tú…. que lees este pequeño escrito, ¿quieres ser discípulo de Santa Isabel?




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