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Nuestra Señora del Carmen, una advocación marcada por la sencillez


Cada 16 de julio la Iglesia celebra una de las advocaciones marianas más conocidas y apreciadas por la Iglesia, se trata de Nuestra Señora del Carmen. Por eso, en esta ocasión quiero detenerme a reflexionar acerca de un elemento particular que nos puede ayudar sobremanera en la forma de ejercer nuestro camino de fe, se trata de una herencia espiritual que transmite la familia del Carmelo bajo el modelo de la Virgen del Carmen, la sencillez.


De hecho, la misma advocación mariana de la Virgen del Carmen contiene algunos elementos que nos hablan de la sencillez; por ejemplo, el color marrón con el que se viste el carmelita nos evoca a la humildad, se trata del color de los pobres, de hecho, según la psicología de los colores, éste ocupa el último lugar entre la lista de colores favoritos en las personas. Este dato ya nos puede decir mucho para la reflexión que estamos tratando porque se relaciona con aquellos que no buscan los primeros puestos ni tampoco llamar la atención. Otro elemento que nos habla de la sencillez en la advocación es la prenda del Escapulario. Y es que el Escapulario es una práctica de piedad que por su sencillez es para todos, eso explica que se haya popularizado ampliamente entre todos los fieles.


María, modelo en el camino de la sencillez


Si contemplamos a María desde su sencillez nos vamos a dar cuenta que ella nos enseña a sabernos estar en el lugar donde realmente tenemos que estar. El Evangelio nos dice que toda la vida de María nos habla del camino de la sencillez, desde la Anunciación hasta la Cruz. Ella nunca estuvo en el centro, todo lo refería a Dios. Ella misma se reconoce como la esclava del Señor. La vida humilde y sencilla de María le permitió hacer la voluntad de Dios en cada instante de su vida.


En consecuencia, el devoto carmelita está llamado a vivir una espiritualidad muy profunda que permita una mejor relación con Dios, con los demás, con la creación y consigo mismo. Mirar a la Virgen del Carmen desde su rica tradición y espiritualidad es recordar el llamado mismo del Evangelio a un estilo de vida sobria, sencilla, alejada de todo aquello que lleve rastro de autosuficiencia y prepotencia que engendra el egoísmo y la indiferencia. Si queremos avanzar por el camino espiritual, no hay otro mejor camino que el de la sencillez. Santa teresita del Niño Jesús pudo descubrir este camino, por eso, ella nos enseña que para llegar a Dios de una manera más rápida es a través del “caminito”, y este caminito no es otro que el de la sencillez.


El sencillo sabe permanecer en Dios


Además, el camino de la sencillez nos salva de una sociedad marcada por el aceleramiento, la inmediatez, del querer todo al instante. Somos conscientes que a este ritmo de vida en que nos encontramos viene a alterar todo nuestro entorno, y si no hacemos algo para remediarlo, las consecuencias serán mucho peores. Signos negativos de una vida agitada y complicada lo vemos en el entorno laboral, familiar, social y hasta en el camino de fe. En palabras del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, nuestra sociedad actual se caracteriza como “la sociedad del cansancio” que fatiga, aísla, fragmenta y deshumaniza al hombre. Por eso, si contemplamos a Nuestra Señora del Carmen, vamos a descubrir en ella la necesidad de poner la mirada en lo esencial, y lo esencial está en no afanarnos tanto por las cosas materiales, por aquello que nos aplasta y nos oprime, sino poner la mirada en Jesús que nos dice: “Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11, 28-30).


Los misterios de Dios se revelan a los sencillos


De ahí que, no es casualidad ni tampoco un adorno que Jesús en el Evangelio aparece agradeciendo y alabando a su Padre por el hecho de revelar los misterios de Dios a los pequeños, a los sencillos de corazón y ocultando a los sabios y entendidos (cfr. Lc 10, 21; Mt 11, 25). Dios se complace en los sencillos y realiza cosas grandes a través de ellos. Es lo que María canta en el Magnífica: Dios enaltece a los humildes (Lc 1, 52) La persona sencilla ve a Dios en todos los acontecimientos, va descubriendo sus grandes secretos y tesoros. Además, avanza por el camino de la libertad, porque se va despojando de todo sobrepeso que le estorba y no le deja avanzar. Quien es sencillo como la Virgen María tiene un espacio para Dios en el corazón, por eso Dios lo llena de bienes espirituales. Así mismo, el camino de la oración, de la vida contemplativa pasa por la sencillez. También llena de alegría y de esperanza que, la herencia del Reino de los cielos llega a los que son pobres en espíritu (Mt 5, 3).


Que en esta celebración a Nuestra Señora del Carmen podamos redescubrir el camino de la sencillez que encierra esta advocación mariana. Y que todos quienes llevamos con amor y devoción el santo Escapulario nos recuerde siempre el llamado a hacer de nuestra vida, el camino evangélico de la sencillez.

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