Lunes después de Pentecostés
María es la mujer por excelencia pura y bella, creada a imagen y semejanza de Dios como todos los seres humanos, con la diferencia de que ella nunca perdió su condición de semejanza con Dios, porque nunca cometió un pecado. El Creador la hizo Inmaculada para traer al mundo a su Hijo. Ella fue creada para la mayor de las grandezas que pueden existir en nuestra realidad humana.
Ella es la mujer poseedora de la perfecta armonía, desde su dimensión espiritual. Su memoria, entendimiento y voluntad, estuvieron siempre dirigidos a vivir toda inflamada en la divina unión. Todo su caudal humano fue empleado en el amor y servicio de su Dios, como Madre y como Hija.
Jesús desde la cruz nos la entregó a todos en el discípulo amado, Juan.
Desde entonces ella es "Madre de la Iglesia".
He ahí a tu madre
En la Encarnación María dio al Verbo la naturaleza humana, la Palabra substancial del Padre, se hizo carne en el tiempo por nosotros. Todos los seres humanos del pasado, presente y futuro, hemos recibido ese día de la Anunciación del ángel a María, el don inmerecido del perdón. Ese momento dividió la historia en dos tiempos: antes de Cristo y después de Cristo. Desde entonces Dios espera cada día, nuestra respuesta a su gracia y al misterio de la salvación.
Se nos ha regalado el perdón y la sanación, y estamos llamados a ser conscientes de la belleza que somos como criaturas humanas, "imagen y semejanza de Dios". Y María desde el primer instante, en la Encarnación, después el nacimiento del Niño, su crianza y entrega a la voluntad del Padre, en su Pasión, Muerte y Resurrección, María como peregrina de la fe, es un modelo para nosotros en nuestra respuesta como hijos e hijas.
En la Cruz, Jesús con solemnidad nos entrega a María, pero desde que el Espíritu Santo la cubrió con su sombra, y concibe en su vientre al Verbo, es Madre de la humanidad. Al pie de la Cruz nos recibe a todos.
María vive aquí el culmen dramático de su vida, la verdadera expropiación del Hijo que ella entrega al Padre por la humanidad; y, en ese instante recibe como don del Hijo la humanidad entera. Es el centro de la escena de Juan que, por medio de la figura del discípulo, nos presenta a la Iglesia, que es puesta en íntima comunión con la Madre del Señor, como fruto y resultado de la pasión vivida por María junto con Jesús. (El Evangelio de María - Carlos María Martini)
Madre de la Iglesia
El día de Pentecostes, cuando los discípulos estaban reunidos, María estaba con ellos, y hasta el día de su muerte acompañó a los primeros cristianos en los inicios de nuestra Iglesia Católica. Es verdad que no tenemos una fecha de fallecimiento de María, sí celebramos el 15 de agosto de cada año, su Asunción al cielo, que para nosotros es un "dogma de fe", y que lo más importante es saber que el cielo existe, que no es un lugar, sino que es la "Vida eterna".
Como creemos en la Vida, en la Resurrección de Jesús, en su Ascención al cielo, y sabemos que su Madre fue llevada al cielo, y tenemos el ejemplo de todos los santos que conocemos, cómo vivieron su relación con María. Sabemos tambien que el 11 de febrero de 2018 el Papa Francisco por medio del decreto Ecclesia Mater, ha designado la memoria de María Madre de la Iglesia en la Liturgia, el lunes después de Pentecostés.
Con todas estas premisas, sabemos que María es Madre, mi Madre, tu Madre, Madre de la Iglesia.
Me ha impresionado mucho un pequeño folleto titulado: Mensaje de la Santísima Virgen sobre la Santa Misa. Escrito por una misionera laica de Bolivia, y que cuenta con el imprimátur del arzobispo de Cochabamba, con fecha 2 de abril de 1998. Su lectura me permitió tomar conciencia de la presencia real de María en la vivencia de nuestra fe, cada día, en todos los tiempos y lugares del planeta.
El mayor de los milagros, la Eucaristía, que se puede transformar en una rutina cuando no la vivimos con el corazón, mantiene en el transcurrir del tiempo la "Presencia del Hijo" en la tierra. "Hagan esto en memoria mía". " Esta es la alianza nueva sellada con mi sangre, que va a ser derramada". (Lc. 22, 19-20)
Vivimos en esa alianza de amor, y una Madre está preocupada siempre de ayudarnos en ese itinerario, para muchos de nosotros de una manera cercana.
Cada hijo e hija de Dios, es hijo e hija de María. Ella, en nuestra Iglesia es el rostro femenino de Dios, es la ternura y el corazón.
María es la síntesis entre la Palabra de Dios y la experiencia humana, (Carlos María Martini). La Palabra substancial del Padre, engendrada en María, en lo concreto de su humanidad, es la Palabra que nos enseña a nosotros la dirección del corazón. Y nuestro caminar es sostenido por las diversas formas de confianza en María, por medio de las devociones, oración, súplica.
El rezo del Rosario, la meditación de los misterios de la vida del Señor y de María, las diversas peregrinaciones a los diferentes santuarios en todo el mundo.
Las diferentes advocaciones con que sus hijos e hijas le conocen y le aman, sus apariciones en distintos momentos de la historia que han dado origen a algunas advocaciones, como del Carmen, Guadalupe, Lourdes, Fátima, etc.
Y en nuestra Orden, Carmelitano Teresiana, todas las resonancias que provienen de la experiencia de hermanos y hermanas, que nos ayudan en nuestro camino.
María en los Santos de la Orden
Nuestros santos del Carmelo han vivido la experiencia de una hermosa relación con María. Una relación filial, de confianza absoluta, de entrega sin medida en los pequeños detalles de sus vidas.
Todos coinciden en esa admiración de su belleza y humildad, María despierta en ellos ese sentido poético de expresar lo inexpresable, parta resaltar lo que significa para ellos esta Madre del cielo.
Os dejo breves resonancias de algunos de ellos, de esta relación filial, y y que están estampadas en esa rica herencia que nos han dejado en sus escritos epistolares o autobiográficos.
Juan de la Cruz: En el tercer libro de Subida, "tales eran las obras de la gloriosísima Virgen Nuestra Señora, la cual, estando desde el principio levantada a este alto estado, nunca tuvo en su alma impresa forma de alguna criatura, ni por ella se movió, sino siempre su moción fue por el Espíritu Santo". (3 S 2,10)
Teresa de Jesús: En su adolescencia, "cuando murió mi madre...,como yo comencé a entender o que había perdido, afligida fuime a una imagen de Nuestra Señora, y supliquéla fuese mi madre". (V. 1,7)
María fue para Teresa, amiga, hermana, madre, y también Priora en la Encarnación, en esa batalla inesperada, de ser impuesta ella como priora, bajo obediencia.
Teresa del Niño Jesús: Carta 70, "me consagré a María al pie de su altar, escogiéndola especialmente por madre". Encontramos en sus poesías, hermosas letanías, versos y alabanzas: "Virgen María, desde mi pobreza canto", "Virgen María, mi única esperanza", "dulce María, no temo el esfuerzo", "junto a ti Virgen María, vengo esta tarde a cantar".
La sonrisa de María devolvió a Teresa la salud, cuando tenía nueve años. Esa experiencia de niña creó en ella, un lazo profundo y fuerte con la Virgen María, que perduró en el tiempo. La imagen, objeto de esta gracia, la conocemos hoy como la "Virgen de la sonrisa".
Teresa de los Andes: "Mi espejo ha de ser María. Puesto que soy su hija, debo parecerme a Ella y así me pareceré a Jesús..." "Madre querida, madre casi idolatrada. Te escribo para desahogar mi corazón despedazado. Me ahoga el dolor Madre mía. Sufro, pero soy feliz sufriendo. He quitado la Cruz a mi Jesús". (D. 15)
Isabel de la Trinidad: "¡Soy tan feliz! Mi corazón desborda de alegría y disfruto por adelantado de mi felicidad. Madre del Perpetuo Socorro, todos los días te pediré por una doble intención: que sigas protegiendo a mi madre querida, que ahora me comprende ya tan bien, y que me protejas también a mí en este camino de cruz por el que me aventuro con tanta alegría, tras las huellas de Jesús. Conserva puro mi corazón, a ti te lo entrego".
Edith Stein: "Y en la obra de la redención volvemos nuevamente a ver junto al nuevo Adán, la nueva Eva como corredentora; la imagen de la humanidad perfecta ha sido puesta frente a la humanidad pecadora en doble forma, en Cristo y María" (OC IV, 435)
"En la Sagrada Escritura nos encontramos con muy pocas palabras sobre la Virgen María, pero esas palabras son como granos de oro purísimo: si los fundimos en el fuego de una amorosa contemplación, serán más que suficientes para que irradien sobre nosotras y sobre toda nuestra vida un luminoso resplandor". (OC. V, 643)
Conclusión
¿Tú quieres decir unas palabras a esta Madre nuestra, quieres ensalzar su pequeñez y grandeza a la vez, quieres participar de su alegría, imitar su humildad?
Exprésale a María lo que nace de tu corazón de hija o hijo, agradeciendo a Dios que nos la ha dado como Madre.
Oremos juntos en este día en que celebramos su memoria como Madre de la Iglesia:
Te glorificamos Santa Madre de Dios, porque al concebir en tu seno virginal al Hijo de Dios, y al darlo al mundo, preparaste el nacimiento de la Iglesia. Damos gracias a Dios oh Gloriosa Virgen María, que junto a la Cruz de tu Hijo, fuiste constituida Madre de todos nosotros. Intercede por la Iglesia y muestra tu favor a este pueblo que confía en tu misericordia. Amén
(De los cánticos evangélicos, Benedictus y Magnificat)
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