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La primacía del amor - San Juan de la Cruz

Si hay algo que nos sigue costando es entender que el amor es lo primero, que no hay nada que esté antes que el amor que Dios nos tiene. San Juan de la Cruz es de esos santos que nos ayudan a entenderlo.


a. Dios nos ama y nos busca


“si el alma busca a Dios, mucho más la busca su Amado a ella” (L 3, 28)

La historia de la salvación es siempre una profunda experiencia de amor de un Dios que busca a su pueblo y se esfuerza constantemente por conquistarlo. Como cristianos, en Jesús, esta es nuestra mayor convicción: Dios nos busca viene a nosotros.


Podríamos decir entonces que el primer buscador es de Dios. En el camino espiritual Dios es el itinerante, el que se pone en camino y sale de sí para venir a nuestro encuentro. Es el misterio del Verbo que se encarna para estar con nosotros (Jn cap. 1).


El itinerario de la vida espiritual es un itinerario de Dios, en donde nosotros, unidos a Él, recorremos el camino del amor. Podría atrevernos a afirmar que es Jesús quien hace itinerario en nosotros. Él hace experiencia de amor en la humanidad.


San Juan de la Cruz se atreve a afirmar que Dios se prenda de nosotros y se hace prisionero de nuestro amor:


“grande es el poder y la porfía del amor, pues al mismo Dios prenda y liga. Dichosa el alma que ama, pues tiene a Dios por prisionero, rendido a todo lo que ella quisiere” (CB 32,1)


b. Dios se queda con nosotros por amor


“si alguno me ama guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14 23)

Este itinerario que podemos hacer para madurar como personas, nunca lo hacemos solos. Tenemos la garantía de la presencia del Dios que nos habita y nos vivifica. San Juan de la Cruz reconoce que Dios está presente en todos, absolutamente todos.


“El centro del alma es Dios” (L 1,12)

Saber que está en nosotros, por amor y para amar es algo que debe llenar nuestra vida de consuelo y esperanza. Nunca caminamos solos. Y aunque, en muchas ocasiones, se esconda Él nunca se va, porque “quién nos separará del amor de Cristo…” (Rm 8, 35-36). Por eso:

"Grande  contento  es  para  el  alma  entender  que  nunca Dios falta del alma, aunque esté en pecado mortal, ¡cuánto menos de la que está en gracia!..." (Cb 1,8).

Sabiendo que está en nosotros tendremos como punto de partida que lo más importante será mirar hacia el interior, buscarle en nosotros mismos:


"¿Qué más quieres ¡oh alma!, y qué más buscas fuera de ti, pues dentro de ti tienes tus riquezas, tus deleites, tu satisfacción, tu hartura y tu reino, que es tu amado, a quien desea y busca tu alma? ¡Gózate y alégrate en tu interior recogimiento con él, pues le tienes tan cerca; ahí le desea, ahí le adora y no le vayas a buscar fuera de ti, porque te distraerás y cansarás y no le hallarás ni gozarás más cierto, ni más presto, ni más cerca que dentro de ti!" (CB 1,8).

Es necesario que podamos hacer un esfuerzo de interiorización y de desapego exterior, porque este Dios que nos habita muchas veces se esconde


“el Verbo Hijo de Dios, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, esencial y presencialmente está escondido en el íntimo ser del alma (CB 1,6)





c. El fin es el amor

“el fin de todo es el amor” (CB 38, 5)

Todos estamos hechos por amor y para amar. Esta convicción sanjuanista es lo más evangélico de nuestra vida, trae a nuestra mente la escena de Jesús recitando el Shemá para hacernos entender cuál es el primero de los mandamientos:


“Él les dijo: «amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es mayor y el primer mandamiento” (Mt 22, 37-38)

Si la meta es el amor, nuestro presente sólo se puede construir desde el amor. Un amor real y concreto que no es fabricado con nuestra imaginación, sino probado con obras[1]. Un amor que inicia en Dios, nos penetra a nosotros y desemboca en todos.


Por esta razón es que san Juan de la Cruz, coherente con el evangelio, nos recuerda que seremos examinados en el amor, pero no deja de lado que ese examen implica aprender a vivir el amor como Dios lo quiere:


   A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición. (DLA 1,60)

d. Conclusión


Para ir finalizando resumamos entonces. De San Juan de la Cruz aprendemos:


  • Dios es el más interesando en buscarte. Él es quien se ponen en camino por ti. Tu experiencia espiritual será auténtica en la medida en que entiendas esto: Dios te está buscando.

  • El que te busca, ya está más cerca de ti de lo que puedes imaginar. No pienses que lo vas a encontrar donde siempre lo has encontrado. Deja que te sorprenda.

  • Estamos aquí para amar más, porque este es nuestro fin. No te centres en otra cosa y evalúa constantemente tu experiencia de amor.


Teniendo eso claro entonces, hagamos nuestra esta exclamación de San Juan de la Cruz:

¡Oh almas criadas para estas grandezas y para ellas llamadas!, ¿qué hacéis?, ¿en qué os entretenéis? Vuestras pretensiones son bajezas y vuestras posesiones miserias. ¡Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma, pues para tanta luz estáis ciegos, y para tan grandes voces sordos, no viendo que, en tanto que buscáis grandezas y gloria, os quedáis miserables y bajos, de tantos bienes, hechos ignorantes e indignos! (CB 39, 7)

¡Feliz fiesta de San Juan de la Cruz!


[1] Santa Teresa de Jesús. 3M 1,7

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