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El irresistible encuentro con Jesús: una tertulia con Pablo, el apóstol de Cristo

Pablo es un ícono de la fe cristiana y su conversión es un acontecimiento capital en la historia del cristianismo. La palabra conversión proviene de una palabra griega de mayor relevancia a la conocida “metanoia” y se trata de la palabra “epistrepho” cuyo significado es transformación. Precisamente, la conversión es un proceso de transformación.


En esta celebración de "La Conversión de san Pablo", hemos preparado una tertulia con él para invitarte a que conozcas un poco más de su experiencia de transformación. Consideramos tres etapas que describen el itinerario testimonial de toda persona que vive una experiencia de encuentro con Jesús:


  1. El antes: ¿Quién era Pablo antes del encuentro con Jesús?

  2. ¿Qué sucedió?: ¿De qué manera se encontró Pablo con Jesús?

  3. El después: ¿En quién se transformó Pablo, a partir de su encuentro con Jesús?


Para indagar a nuestro personaje, la Sagrada Escritura nos invita a leer tres relatos diferentes del libro de los Hechos; sin embargo, también las Cartas Paulinas presentan algunos datos:

  • Narración del Hecho: Hch 9, 1-20

  • Discurso de Pablo ante el pueblo de Jerusalén alborotado: Hch 22, 1-21

  • Apología personal de Pablo ante el rey Agripa y el procurador Festo: Hch 26, 1-23




1. ANTES: ¿Quién era Pablo antes del encuentro con Jesús?

E: ¿Cuál es el origen de Pablo?


Pablo: Nací en Tarso, capital de Cilicia, entre los años 5 y 10, soy hijo de padres hebreos, judíos de origen palestinense y de lengua aramea, de la tribu de Benjamín, soy israelita de raza (Hch 21, 39; Flp 3, 5; Rom 11, 1). Circuncidado al octavo día de nacer, recibí el nombre de Saúl, como el primer rey de Israel, nombre hebreo; Saulos es la asimilación de mi segundo nombre, Paulos, (Pablo nombre romano, Paulos en latín); mis padres me heredaron la rigurosa disciplina de los fariseos (Hch 23, 6; 26, 5).

En mi ciudad natal, donde florecía la cultura clásica helénica, aprendí el griego, como lengua común y recibí una educación de ambiente helenista (es decir, de cultura griega). No hice estudios en filosofía griega, pero estaba permeado de esa cultura y esto me permitió comprender diferentes puntos de vista y entrar en diálogo con estas realidades.


E. A propósito de tu educación, hemos escuchado que el reconocido Gamaliel fue un maestro tuyo, ¿qué te enseñó?


Pablo: Estuve en una escuela judía, donde enseñaban disciplinas religiosas y en Jerusalén recibí del rabí Gamaliel, una seria formación en Sagradas Escrituras y en los métodos exegéticos de los rabinos; así me convertí en un celoso defensor de las tradiciones de mis padres. (Hch 22, 3; Ga 1, 14).


E. ¿Cuánto tiempo de esta etapa viviste en Jerusalén?


Pablo: Aproximadamente veinte años, tuve una vida académica que me permitió dominar la lengua griega, la retórica y desarrollar mi habilidad escritora, algo muy escaso en esa época, porque el 90% de la gente era analfabeta.


E. ¿Qué te motivaba a estudiar tanto?


Pablo: No podía ser sacerdote, ya que el sacerdocio era hereditario y pertenecía a la Tribu de Leví. En Jerusalén conocí el fariseísmo, una de sus características era reclutar nuevos adeptos, en aquel momento, habían planes de reformas en cuanto a la identidad social y religiosa, yo como nuevo recluta y en el auge del rabí Gamaliel, buscaba sus consejos y me inquietaba un axioma fariseo que decía así: “un hombre ignorante no puede ser sabio”.


E. ¡Tremenda influencia!


E. En este antes de tu vida,

¿qué implicaciones tuvo esta experiencia de formación?

Pablo: Yo era un fariseo activo en la Ciudad Sagrada, es decir, un celoso de alto nivel por el cumplimiento de la Ley, al punto de que mi oposición al cristianismo y la persecución a los creyentes, los entendía como parte de mi devoción al Dios de Israel. Para mí, llamar Mesías a un predicador itinerante, como consideraba a Jesucristo en esos momentos, era un insulto a Dios.
Trataba de ser perfecto delante de Dios, de acuerdo a la justicia de la Ley. Yo era un judío fervoroso.

E. ¿Quién era Dios para ti?


Pablo: Un Dios de Alianza, a quién le correspondía Israel como propiedad, es decir era su pueblo. Él garantizaba esta alianza a través de la Ley, por ello, él era alguien celoso por la Ley, no aceptaba una modificación en la identidad religiosa, ni adoración a otros que se hicieran pasar por Mesías.


E. ¿Era acertada esta imagen de Dios?


Pablo: El fariseísmo tergiversó en mi la imagen de Dios y su Alianza, que yo lejos de considerarla como un don, la convertí en una carga insoportable, de la que yo mismo era esclavo. Y la exagerada normatividad, desviaba el sentido de la Torá, es decir de la Ley. Lastimosamente, "me llevé por delante" otras personas a causa de esta desfigurada imagen que tenía de Dios y su Alianza.


E. Además de las personas que se vieron afectadas, en tu interior ¿generó algo esta concepción de Dios y la perspectiva que tenías de la Alianza?


Pablo: Claro que sí, una insatisfacción de no alcanzar la perfección que creía posible por mis propios medios. Me sentía inconforme a pesar de mis esfuerzos.



E. Conociste dos culturas, la judía y la griega. ¿Tenías dos nacionalidades?


Pablo: Realmente puedo hablar de tres identidades. Por ser de Tarso tenía ciudadanía romana, a la vez, era griego y judío. (Hch 16, 37; 22, 25.28).


E. ¡Qué interesante! Dios te fue preparando para una gran misión. ¿Te dedicabas a algún trabajo u oficio?


Pablo: Sí, fabricaba tiendas, la lona que servía para hacer tiendas y mantas de viaje.




2. ¿QUÉ SUCEDIÓ? ¿De qué manera se encontró Pablo con Jesús?


E. Cuéntanos Pablo, ¿cómo un fariseo perseguidor se encuentra con Jesús?


Pablo: En el año 36, tenía aproximadamente veintiséis años, estaba en el culmen de mi celo por los discípulos del Señor y conseguí cartas del Sumo Sacerdote de Jerusalén, fui hacia Damasco, por si encontraba algunos que seguían ese famoso “Camino”, sin importar si eran hombres o mujeres, para llevarlos atados a Jerusalén.


E. Damasco ¿era un pequeño pueblo?


Pablo: No, era una ciudad de la provincia de Siria, considerada un importante centro comercial en el Cercano Oriente.


E. El libro de Hechos narra una parte de tu experiencia así:


En el camino de Damasco 9, 3-9


Iba de camino cerca de Damasco, cuando de repente lo deslumbró una luz que venía del cielo. Cayó en tierra y oyó una voz que le decía; Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?

Contestó: ¿Quién eres Señor?

Le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Ahora levántate, entra en la ciudad y allí te dirán lo que debes hacer.

Los acompañantes se detuvieron mudos, porque oían la voz pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo y, al abrir los ojos, no veía. Lo tomaron de la mano y lo hicieron entrar en Damasco, donde estuvo tres días, ciego, sin comer, ni beber.



E. ¿Cómo explicas esta experiencia, qué crees que te sucedió?


Pablo: Lo que me sucedió es algo que no tiene explicación desde la razón, es una experiencia real y personal, algo que pertenece a la esfera de lo sobrenatural y de lo divino. Solo puedo decir que escuché una voz que me preguntó: ¿Saulo, Saulo, por qué me persigues? No sabía quién me hablaba, pero percibía una atmósfera superior a mí. Este suceso me dejó en una profunda conmoción espiritual y psicológica, de la que me tomó tiempo recuperarme, el encuentro con Jesús es algo íntimo del corazón de quien lo vive. A raíz de esta experiencia, logré comprender “que no podía creer en el Dios de mis padres, el Dios de la libertad, el Dios de Israel, sin creer en Jesucristo”. (Carrillo, 1983).

E. En esta experiencia te aconteció algo al estilo de los profetas, que caían por tierra ante las manifestaciones de Dios: Ez 1, 28; 43,3; 44,4; Dn 8,17; 10, 9. ¿Crees que Jesús se te reveló personalmente?


Pablo: Claro que sí, por una parte descubrí que Dios no era como yo pensaba; es alguien que va más allá de los límites y rompe todas las barreras; por otra parte, descubrí que Jesús mismo, es perseguido en sus discípulos, por lo tanto, Dios es el mismo de la cruz.


Caímos todos a tierra y yo escuché una voz que me decía en hebreo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? De que te sirve tirar coces contra el aguijón. Hch 26, 14.

“Para una bestia es inútil resistir al aguijón; si lo hace no consigue sino herirse más. Significa en el mundo antiguo, lo inútil que es resistir a un poder superior.” (Carrillo, 1983).


E. ¿Consideras que anterior a esta experiencia, te resististe a la gracia?


Pablo: Las palabras que Jesús me dijo en aquél momento, se refieren a que la persecución que yo había emprendido contra sus discípulos, no tiene ningún sentido, porque Él, Jesús de Nazareth, es más fuerte que yo. Y esta experiencia de encuentro con el Crucificado Resucitado, es obra de Él, por eso generó en mí, un cambio de vida.


E. De los discípulos que perseguías en aquél momento, ¿hay algo que te haya generado impacto?


Pablo: Ellos siempre me parecieron extraños, sobre todo los judeocristianos, porque llamaban Mesías a un crucificado, es decir a Jesús de Nazareth; decían que ya no era necesario cumplir la Ley de Moisés, gran escándalo para mi y para rematar, en sus grupos habían paganos.

Esta era la causa de mi persecución hacia ellos, mi objetivo era hacerles ver, según la perspectiva que yo tenía, que sus acciones eran contrarias a la santidad de Israel, de acuerdo a la Ley.

Ellos se hacían llamar los seguidores del Camino (Hch 9,2; Hch 9, 27; Hch 16, 17), nombre que hace alusión a la predicación, la salvación y el camino del Señor. Esta forma de identificarse, era coherente con su estilo de vida, la fraternidad entre ellos era algo impactante, no había ningún tipo de exclusión. (Hch 4, 32: “La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo lo tenían en común”). Esta comunión entre todos, me dejó ver a Jesús Resucitado vivo allí.


E. ¿Qué sigue para Pablo después de este acontecimiento?


Pablo: Junto con las palabras de Jesús que me interpelaron, también recibí una vocación: “Levántate y ponte de pie; pues me he aparecido a ti para constituirte servidor y testigo, tanto de las cosas que de mí has visto, como de las que te manifestaré. Yo te libraré de tu pueblo y de los gentiles, a los cuales yo te envío, para que les abras los ojos; para que se conviertan de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Dios; y para que reciban el perdón de los pecados y una parte en la herencia entre los santificados, mediante la fe en mí. (Hch 26, 16-18)

El proceso de conversión, implica un descubrimiento de la vocación a la que cada uno es enviado.


Luego del encuentro con Jesús y el llamado vocacional, viene un tercer momento para mí y es la sanación. Hay una persona que fue un instrumento enviado por Dios, su nombre es Ananías.


E. Claro!!! Lucas nos cuenta ese suceso en Hch 9, 17-19a:

Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: “Saúl, hermano, me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo”.


Al instante cayeron de sus ojos como escamas, y recobró la vista: se levantó y fue bautizado.

Tomó alimento y recobró las fuerzas.


Pablo: Así es, a través de él se confirma mi misión, pero además los dos gestos, tanto el bautismo como el don del Espíritu Santo, que es un regalo, constituyen la unidad del ser cristiano. Mi sanación también ocurre en el terreno de lo espiritual, mi manera de ver a Dios, mi imagen de Dios cambia completamente, mi manera de comprender la fe y la Alianza, especialmente mi perspectiva de Jesús de Nazareth, y por ende del cristianismo.






3. DESPUÉS: ¿Quién es Pablo después de encontrarse con Jesús?


E: ¿En quién se transformó Pablo después del encuentro con Jesús?


Pablo: En Apóstol de Cristo, no enviado por hombres ni nombrado por un hombre, sino por Jesucristo y por Dios Padre, que lo resucitó de la muerte, (Gal 1,1). Hasta el encuentro con el Crucificado Resucitado, “Dios había sido para mí un mal conocido” (Bedoya, 2012).

E: Ahora ¿quién es Dios para Pablo?
Pablo: “El verdadero Dios es el que sale al encuentro en Jesús, el Cristo” (Bedoya, 2012). Aquél que nos da la libertad a todos y a nadie excluye. Murió en Jesús por todos y lo Resucitó, está vivo en nosotros y entre nosotros. Dios es aquel que está por encima de mi lógica, me supera y derriba todos mis esquemas. Es el Amor irresistible al corazón, su amor es mi fuerza y a la vez mi quiebre, ahora no puedo caminar lejos de su presencia, está en lo profundo de mi ser.

E. ¿Qué hay del fariseísmo para Pablo en esta nueva etapa?


Pablo: La Ley ya no es camino de salvación y libertad, mi libertad y plenitud existencial la he encontrado en el Evangelio de la gracia, es decir, la inclusión de todos en la historia de salvación, que tiene en su centro la cruz de Jesucristo. (Bedoya, 2012). El fariseísmo quedó atrás, ya no tenía que esforzarme para agradar a Dios por mis propios méritos, sino dejarme alcanzar por su amor, que se clavó en la cruz por mi. “Me amó y se entregó por mí”. (Ga 2,20).


E. Esta transformación ¿Fue inmediata o progresiva?


Pablo: Esta transformación ocurrió entre los años 36 al 39, después del Bautismo me quedé algunos días en Damasco, (Hch 9, 19), luego fui al desierto oriental de Arabia superior, donde pasé un buen tiempo (Ga 1,17).


E. Hmmm, un buen tiempo de retiro espiritual.



Pablo: Posterior a este retiro, regresé a Damasco y comencé allí a predicar con fuerza y alegría a los Judíos, que Jesús era el “Hijo de Dios, el Mesías”: Hch 9, 20-22.

Así, como anteriormente era un hombre apasionado y entregado a un ideal religioso, a la causa judía; luego me entregué con libertad y valentía a predicar el Nombre del Señor Jesús, especialmente a los judíos helenistas. Me dediqué a la misión por completo, en diferentes lugares, hasta el final, experimentando yo mismo la persecución, dejando que la cruz aconteciera en mí, siendo el crucificado para las comunidades cristianas y así dar lugar, a que Jesucristo se viera en mí, entendiendo que el crucificado es la sabiduría de Dios. (1 Co 1, 18-31).


A partir del encuentro con el Crucificado, mi vida tomó otro rumbo, hacia el camino de la libertad. Jesús me transformó de fariseo perseguidor a perseguido por su causa… Ahora puedo decir que ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mi. Y mientras vivo en carne mortal, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí. (Gal 2,20).


E. Gracias Pablo por dialogar con nosotros y compartirnos tu testimonio de encuentro con Jesucristo.





Luego de esta tertulia con Pablo, podemos sacar algunas conclusiones que quedan para nuestra reflexión personal:


Conclusiones


  • “Conversión fue para Pablo orientarse de nuevo hacia Dios, el Dios de la libertad, el Dios de la salvación gratuita; regresar a Él y la manera de retornar no fue caminando bajo la luz de las tablas del Decálogo, sino abrazando el madero del Nazareno. (Bedoya, 2012)”.


  • Los efectos de su encuentro con Jesús, hacen de Pablo un misionero de la gracia, místico por excelencia, aprendió a transformar las dificultades en fuentes de espiritualidad, fundador de comunidades cristianas; un hombre de profunda intimidad con Jesús, es decir, interiorizó tanto a Jesucristo, que pudo plasmar la belleza de su ser y Encarnación en dos Himnos Cristológicos (Filp 2, 6-11; Col 1, 15-2). Pablo se dejó amar por Jesús y no pudo resistirse a entregarse completamente, Jesucristo se convirtió en el centro de su ser.


  • La conversión de San Pablo es importante, no solo por la realización de su misión, que alimenta sólidamente el crecimiento del cristianismo; sino también y sobre todo, porque su experiencia de encuentro con Jesús es un referente para nuestra conversión; en palabras de Benedicto XVI: En esto consiste su conversión y la nuestra: en creer en Jesús muerto y resucitado y en abrirse a la iluminación de su gracia divina. (Angelus, fiesta de la Conversión de san Pablo, 25 de enero de 2009.




Oremos con esta canción:


Bibliografía


  • Bedoya. D. 2012. El Camino de Damasco: Una lectura eclesiológica de La conversión de San Pablo. Medellín: Artículo académico.

  • Carrillo, S. 1983. Pablo Apóstol de Cristo. Bogotá: Ed. Centro Carismático Minuto de Dios.

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