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400 años siendo cimiento de los que han de venir

El Papa Gregorio XV canonizó, un 12 de marzo de 1622, a los beatos Isidro Labrador, Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Felipe Neri y Teresa de Jesús. Un momento de gran importancia para toda la Iglesia.


El poeta Lope de Vega los describía así este momento trascendental: «un labrador para humildes; un humilde para sabios; un sabio para gentiles; y una mujer fuerte para la flaqueza de las que en tantas provincias aflige el miedo»


¿Grandes santos?


Todos sabemos que la santidad es la meta de todo cristiano, vivir a profundidad la unión con Dios y configurar nuestra vida con su voluntad es siempre nuestra meta. Sin embargo, ¿podríamos hablar de santos de una categoría especial? Yo creo que no. Todos los santos, son santos y punto. Cada uno responde a lo que el Espíritu Santo y la realidad de su tiempo le pide vivir. Lo que sí podemos decir es que a algunos santos el Espíritu les confía una misión que tiene un mayor alcance a lo largo de la historia de la Iglesia. Este es el caso de estos cinco santos.



San Felipe Neri sigue dando frutos de santidad a la Iglesia gracias a su testimonio de alegría y sus hijos desde el Oratorio. San Isidro es uno de los santos con más devoción en toda la Iglesia, la devoción que le han tenido los agricultores es innegable. ¿Qué decir de san Ignacio y san Francisco Javier? Son santos que se presentan por sí mismos, los frutos de la Compañía de Jesús son innegables y su aporte a la Iglesia sigue siendo fundamental por sus centros académicos y todo su servicio misionero. A santa Teresa mejor le dedicamos una sección aparte.





Una mujer grande entre los grandes


Teresa de Jesús es, sin duda alguna, una de las mujeres más grandes en la historia de la Iglesia. Su canonización, celebrada al lado de estos 4 grandes hombres. nos hace recordar que la santidad es para todos y que las mujeres nos dan testimonio de esto. Ella, supo ser la luz en un contexto que mantenía a la mujer en la oscuridad, supo ser la sabiduría de Dios en un contexto que desconfiaba de toda revelación confiada a un mujer. Ella supo ser fuerte en una realidad religiosa en donde la mujer era signo de debilidad.


400 años después de su canonización no podemos dejar de dar gracias a Dios por esta gran mujer. Su santidad llega hasta nosotros hoy, como si fueran rayos de un sol resplandeciente que ilumina nuestra mente y hace arder nuestro corazón.


Teresa sigue siendo guía y madre de grandes espirituales y místicos. Es la fundadora, no sólo de una nueva familia religiosa, sino de toda una corriente de espiritualidad. De su fuente han bebido creyentes y no creyentes. A la luz de sus escritos han descubierto el camino que lleva la unión con Dios grandes personajes de historia y grandes santos. Basta con contemplar la pléyade de santas que desde el Carmelo han dado testimonio de la plenitud de amor.


Hoy que celebramos su canonización dejemos que sus palabras nos inspiren y nos recuerden que la santidad es el llamado y el compromiso que Dios nos hace a todos:



Oigo algunas veces de los principios de las órdenes decir que, como eran los cimientos, hacía el Señor mayores mercedes a aquellos santos nuestros pasados. Y es así. Mas siempre habíamos de mirar que son cimientos de los que están por venir. Porque si ahora los que vivimos, no hubiésemos caído de lo que los pasados, y los que viniesen después de nosotros hiciesen otro tanto, siempre estaría firme el edificio. ¿Qué me aprovecha a mí que los santos pasados hayan sido tales, si yo soy tan ruin después, que dejo estragado con la mala costumbre el edificio? (Libro de Fundaciones. 4,6)

Que juntos, podamos sostener este edificio edificado sobre el cimiento de Teresa de Jesús, nuestra madre. Y ser así, cimientos de los que han de venir.

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