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Un mensaje de Santa Teresita

Queridos hermanos, estamos celebrando hoy, 1 de octubre, a la “santa más grande de los tiempos modernos” a Santa Teresita del Niño Jesús. Como Iglesia, pero sobre todo como carmelitas descalzos damos gracias a Dios nuevamente hoy por el regalo que nos ha hecho al regalarnos a esta hermana nuestra que tanto bien ha hecho a la Iglesia y cuyo testimonio ha iluminado a tantas personas.


Teresita del Niño Jesús tiene un testimonio de vida increíble, y no es porque ella haya vivido experiencias fuera de lo común o haya hecho, a juicio del mundo, grandes obras. Su testimonio extraordinario es mas bien hacer precisamente extraordinario lo ordinario. Ella vivió la cotidianidad, lo sencillo, lo que toca cada día. Teresita es un testimonio vivo que la santidad está al alcance de todos, que Dios es amor, perdón, misericordia, que podemos acercarnos a él por el camino del abandono, de la confianza sin límites, de la ofrenda de uno mismo aun con la realidad frágil y pecadora.


En esta ocasión, reflexionaremos en tres aspectos en los que ella profundizó en su experiencia y por medio de los cuales nos deja a nosotros invitaciones para también acercarnos a esa experiencia de Dios que es Amor Misericordioso. Dejemos entonces que Dios se nos revele una vez más, y que por el testimonio de Teresa de Lisieux también nosotros podamos descubrirle a Él cercano, amoroso y lleno de ternura.


1. Autoaceptación

Teresita del Niño Jesús vivió a profundidad eso que la santa madre Teresa de Jesús mencionó que “humildad es andar en verdad”. Durante su vida Teresita fue humilde porque vivió a profundidad su verdad, su realidad tal como era. Ella también tuvo que recorrer un largo camino para conocerse realmente, para aceptarse con sus debilidades y ser feliz amándolas. Dios le hizo comprender a ella que cada persona es distinta de las demás, con sus virtudes y defectos, y Dios la ama con un amor único e irrepetible. Por eso nadie tiene que compararse con otras personas ni tiene que parecerse a ellas.


Teresita nos enseña que cada uno debe reconciliarse con su propia historia, aceptarse a sí mismo y desarrollar sus propias capacidades, su propia identidad, ser él o ella misma y no fotocopia de otros. Dios nos ama a cada uno con un amor exclusivo, Teresita así lo afirma: “Así como el sol ilumina a la vez a los cedros y a cada florecilla, como si sólo ella existiese en la tierra, del mismo modo se ocupa también Nuestro Señor de cada alma personalmente, como si no hubiera más que ella.” (Manuscrito A, 2r-3r)


2. Confianza sin límites

Esta autoaceptación de uno mismo, va a la par de una confianza absoluta en Dios, en su amor, perdón y misericordia. Aun en medio del ambiente de demasiado temor por los pecados en que ella vivía y en un contexto de que en todo se miraba pecado, castigos en el infierno, condenación, Teresita pudo descubrir que Dios es como una madre, que no se enoja cuando el niño pequeño que esta aprendiendo a caminar se cae, sino que con afecto va, ve si no se ha lastimado y lo levanta con cariño para que vuelva a intentarlo.


Ella nos invita también a nosotros a esa actitud se confianza radical y a esa actitud de abandono en las manos de Dios. Así nos cuenta ella: “Sí, estoy segura de que, aunque tuviera sobre la conciencia todos los pecados que pueden cometerse, iría, con el corazón roto de arrepentimiento, a echarme en brazos de Jesús, pues sé cómo ama al hijo pródigo que vuelve a él.” (Fin del Manuscrito C).


3. Las manos vacías

Para Teresa de Lisieux, la santidad fue algo fundamental en su vida. Desde niña siempre quiso y supo que sería una santa. Pero ella se dio cuenta en su momento que la santidad no era algo que ella podía alcanzar con sus propias fuerzas, se vio frágil y limitada. Pero esto, que bien pudo haberla llevado al desánimo, fue su tabla de salvación. Fue cuando dejó de confiar en ella misma, en sus fuerzas y en sus obras, que se abrió definitivamente a la gracia de Dios.


Ella comprendió que la santidad no está en cuánto ella ama, sino en cuanto la ama Dios, no está en las cosas que ella es capaz de hacer para demostrarle a Dios su amor sino en su capacidad para acoger el amor de Dios que se quiere donar a ella, aunque ella no lo merezca. Así nos dice: “El mérito no consiste en hacer mucho ni en dar mucho, sino más bien en recibir mucho y en amar mucho […] ¡Qué fácil es agradar a Jesús, cautivar su corazón!” (Carta 142). Por eso Teresita decide presentarse a Dios “con las manos vacías”. No quiere acumular méritos ni reclamar ningún premio por sus obras, ya que sabe que Dios desea darle mucho mas de lo que ella merece y mucho más de lo que ella puede soñar: a sí mismo. “En la tarde de esta vida, compareceré ante ti con las manos vacías, pues no te pido Señor que lleves cuenta de mis obras” (Oración 6).


Teresita es como un faro que nos ilumina con su experiencia, pero cada uno de nosotros debe descubrir el camino por el que Dios quiere llevarle. Ella nos anima, nos invita, nos acompaña con su presencia cercana y con su intercesión. Que estas reflexiones nos ayuden a seguir nuestro camino cristiano, el camino de seguimiento de Jesús.


Para reflexionar:

1. De estas tres invitaciones que Santa Teresita nos hace, ¿Con cuál de ellas te sientes más identificado? ¿Por qué?

2. ¿Sientes que Dios te invita, por medio del testimonio de Teresita, a alguna de ellas? ¿A cuál?

3. ¿Qué puedes hacer para vivir más intensamente esa invitación que Dios te hace?


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