Es una alegría poder celebrar el día después de Pentecostés, la memoria de María como Madre de la Iglesia. Y es que, la decisión tomada por parte del papa Francisco a través del decreto Ecclseia mater de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los Sacramentos (11 febrero 2018), de elevar a memoria litúrgica para celebrar dentro de la Misa y de la Liturgia de la Horas no es casualidad. Ésta celebración tiene un sentido muy hondo y va estrechamente relacionado con la Solemnidad de Pentecostés.
La Cruz, el inicio de la maternidad de María
En primer lugar, éste honrado título que la Iglesia le ha otorgado a la Madre de Dios va en relación con una misión específica que tiene su origen en la Cruz. Efectivamente, es al pie de la Cruz en donde se da la manifestación concreta de María como Madre de la Iglesia, antes incluso del Pentecostés que habrá de efectuarse en el Cenáculo. Por esto mismo es que la lectura del Evangelio en la Liturgia de la Palabra en la Santa Misa se selecciona el texto del evangelista san Juan (Jn 19, 25-34). A partir de ese momento es donde comienza su nueva misión. La primera misión fue la de ser Madre de Dios, el cual, en el momento de la Anunciación ella desde la fe, asume el misterio de la Encarnación por obra y gracia del Espíritu Santo (cfr. Lc 1, 26-38). Ahora, María desde la Cruz recibe su nueva misión, la de acompañar no cualquier de manera, sino como Madre, la andadura de la Iglesia hasta el fin del mundo.
Es muy significativo que el pueblo fiel de Dios que es la Iglesia, a lo largo de la historia le ha otorgado a María diferentes títulos, entre ellos están: reina, intercesora, virgen, la llena de gracia, entre otros tantos; sin embargo, el título por excelencia es la de ser Madre. Por ello, les quiero compartir una bella y profunda reflexión que el papa Francisco realizó al celebrar por primera esta memoria:
“En los Evangelios, cada vez que se habla de María se habla de la “madre de Jesús”, como acabamos de leer (Jn 19,25-34). Y aunque en la Anunciación no se dice la palabra “madre”, el contexto es de maternidad: la madre de Jesús. Y esa actitud de madre acompaña su obrar durante toda la vida de Jesús: ¡es madre! Tanto que, al final, Jesús la da como madre a los suyos, en la persona de Juan: “Yo me voy, pero esta es vuestra madre”. Esa es la maternidad de María…Las palabras de la Virgen son palabras de madre”.
María y su nueva misión
Una vez más, Dios demuestra su fidelidad y su amor incondicional para la humanidad. Por ejemplo, en el día de Pentecostés que recién celebramos, Jesús nos da el don más excelso a la Iglesia que es el Espíritu Santo; ahora que celebramos esta memoria, Jesús regala a su Iglesia desde la Cruz, a todo el pueblo fiel de Dios representada por Juan, una madre. Por consiguiente, descubrir en María la maternidad en la Iglesia es situarla en el dinamismo general de la salvación, y no es ninguna casualidad que María esté presente en el Cenáculo, en medio de los discípulos. Ella está allí para acoger la nueva venida del Espíritu Santo y de esa manera recibir una nueva misión y prepararla para llevarla a cabo.
Sin embargo, el que nosotros podamos descubrir y experimentar a María como Madre de la Iglesia y Madre nuestra presupone la fe. Una fe que nos ayude como creyentes comprender como es debido la vocación de María en el misterio de la salvación. Una fe que nos permita acercarnos a ella y pedirle que sea la educadora de nuestra fe y, sobre todo, que nos favorezca en la vida de oración, la relación con el don de amor del misterio trinitario, es decir, ver a Dios como Padre, a Jesucristo como Camino, Verdad y Vida (Jn 14, 6), y al Espíritu Santo como la fuerza santificadora en la Iglesia y en la vida del hombre.
Que esta celebración especial nos ayude a descubrir que en nuestro camino de fe no vamos solos, que vamos a contar siempre con la presencia amorosa de María, y, sobre todo, que acudamos a ella desde esa vocación especial que Dios le ha otorgado, la de ser Madre de la Iglesia y Madre de los hombres.
Para reflexionar:
Ahora sabemos que María tiene una misión especial en la Iglesia: la de ser Madre. Sin embargo, ¿De qué manera te ayuda en tu camino de fe saber que ella, por vocación es nuestra Madre?
En una sociedad que ha perdido el sentido de la maternidad: ¿Crees que tiene sentido la celebración litúrgica María, Madre de la Iglesia?
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