El año litúrgico termina con la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. Este es el último domingo del Tiempo Ordinario y de todo el año litúrgico. Esta solemnidad fue instituida por Pío XI en 1925, con un enfoque más cósmico y escatológico al final del año litúrgico e incluso apuntando a los contenidos del tiempo de Adviento. La celebración de este día es una gran profesión de fe en el Señor de la historia que camina con su pueblo. Es también un momento privilegiado para que la comunidad cristiana descubra su lugar y papel en la sociedad. Pertenecer a la verdad y escuchar la voz de quien es rey, porque da gratuitamente la vida por los suyos, significa ser reino de sacerdotes para Dios.
El evangelio de este día, Jn 18, 33-37, nos presenta el diálogo de Jesús con Pilato. El evangelio de Juan, a diferencia de los otros, habla poco del reino de Dios. El evangelista quiso concentrar todo el tema del reino de Dios en el relato de la pasión, es decir, en el contexto de la pasión, cruz, muerte y resurrección y de la subida del Hijo junto al Padre. Con eso pretende dejar en claro de qué tipo de realeza se trata: es una realeza que contrasta formalmente con los modelos encontrados a nuestro alrededor. El itinerario o el programa de este rey se diferencia, por sus acciones, de todas las demás formas de poder. Profundicemos un poco, en qué tipo de rey es Jesús.
En el diálogo de Jesús con Pilato podemos deducir algunas características de Jesús rey. Una primera característica la encontramos en: “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis guardias lucharían para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero ahora mi reino no es de aquí” (v. 36). Jesús es un rey pacífico. Él rechaza la realeza que se basa en la fuerza y el poder. Él no está pretendiendo un trono, ni irá a usurpar el poder a Pilato. De esta manera, él establece la frontera entre los reinos de este mundo y la realeza de Jesús. Los que son de este mundo tienen ejército, armas, medios para defenderse y consolidarse en el poder. La realeza de Jesús, por el contrario, no se basa en la injusticia y la opresión, no se basa en el modo cómo los poderosos conquistan el poder.
De este mismo versículo puede saberse una segunda característica de Jesús rey: en vez de quitar vidas, Jesús-rey dará su propia vida para que todos puedan vivir (cf. Jn 10, 10). Jesús es un rey abnegado. La pasión según Juan tiene esta preocupación central: mostrar que pasando por la cruz y la muerte Jesús actúa en la realeza. Es rey porque da la vida por el pueblo. El reino de Jesús no es de aquí, no es de ese orden de cosas. Él viene del Padre y del Espíritu, y comunica la vida para todos.
En otro momento del diálogo entre Jesús y Pilato podemos saber una tercera característica de la realeza de Jesús: “Para eso nací y para eso vine al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo aquel que es de la verdad, escucha mi voz” (v. 37) Este versículo manifiesta la función de la realeza de Jesús, Él afirma que vino al mundo con un proyecto claro. Por medio de Él, el Padre actúa su plan de libertad para todos. Dios entra en la historia y hace historia caminando con su pueblo. Jesús es un rey servicial. La función de la realeza de Jesús es dar testimonio de la verdad, Él es la historia concreta y final de la fidelidad que Dios demostró a lo largo de los tiempos. Ahí está su misión; testimoniar hasta el fin, en la cruz y con la muerte, que el amor de Dios está presente como don de vida para las personas.
Ante este tipo de rey, ¿cómo podemos presentarnos? ¿cómo debemos actuar? ¿qué debemos hacer? Este texto nos da la respuesta y es un desafío para la comunidad cristiana: pertenecer a la comunidad y escuchar la voz de Jesús. Pertenecer a la verdad implica adherirse a ella, reconocer su realeza-servicio: “¿Eres tú el rey de los judíos?” (v. 13). Escuchar la voz de Jesús significa pertenecer a su rebaño (Jn 10) y seguirlo en libertad: “Ustedes conocerán la verdad y la verdad los hará libres” (Jn 8, 32).
Que esta solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo nos ayude a profundizar en estas dos ideas principales: 1. El único Absoluto en la historia es Dios que, con su Hijo, instaura en el mundo su reino de justicia y verdad. El reino es servicio y amor total, todas las expresiones y manifestaciones de poder que no se encuadran dentro del servicio de amor total, son ilegítimas y usurpadoras de poder. 2. El reino de Dios fue confiado a la comunidad cristiana. Somos reino y sacerdotes para Dios y nuestra tarea es trabajar para que el reino se realice en nuestra historia.
Feliz Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo y fin del año litúrgico.
Referencias:
Bortolini, J. (2008). Orientaciones homiléticas. Año B. San Pablo.
López Martín, J. (2009). La liturgia de la Iglesia. Sapientia Fidei Serie de Manuales de Teología. BAC.
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